viernes, 31 de octubre de 2014

San Quintín. Mártir


Fue Quintín hijo de un senador romano muy apreciado de la gente. Se hizo amigo del Papa San Marcelino, quién lo bautizó.

El más grande deseo de Quintín era hacer que muchas personas conocieran y amaran a Jesucristo, y poder derramar su sangre por defender la religión.

Cuando el Papa San Cayo organizó una expedición de misioneros para ir a evangelizar a Francia, Quintín fue escogido para formar parte de ese grupo de evangelizadores.

Dirigido por el jefe de la misión, San Luciano, fue enviado Quintín a la ciudad de Amiens, la cual ya había sido evangelizada en otro tiempo por San Fermín, por lo cual hubo un nutrido grupo de cristianos que le ayudaron allí a extender la religión. Quintín y sus compañeros se dedicaron con tan grande entusiasmo a predicar, que muy pronto ya en Amiens hubo una de las iglesias locales más fervorosas del país.

Nuestro santo había recibido de Dios el don de sanación, y así al imponer las manos lograba la curación de ciegos, mudos, paralíticos y demás enfermos. Había recibido también de Nuestro Señor un poder especial para alejar los malos espíritus, y eran muchas las personas que se veían libres de los ataques del diablo al recibir la bendición de San Quintín. Esto atraía más y más fieles a la religión verdadera. Los templos paganos se quedaban vacíos, los sacerdotes de los ídolos ya no tenían oficio, mientras que los templos de los seguidores de Jesucristo se llenaban cada vez más y más.

Los sacerdotes paganos se quejaron ante el gobernador Riciovaro, diciéndole que la religión de los dioses de Roma se iba a quedar sin seguidores si Quintín seguía predicado y haciendo prodigios. Riciovaro, que conocía a la noble familia de nuestro santo, lo llamó y le echó en cara que un hijo de tan famoso senador romano se dedicara a propagar la religión de un crucificado. Quintín le dijo que ese crucificado ya había resucitado y que ahora era el rey y Señor de cielos y tierra, y que por lo tanto para él era un honor mucho más grande ser seguidor de Jesucristo que ser hijo de un senador romano.

El gobernador hizo azotar muy cruelmente a Quintín y encerrarlo en un oscuro calabozo, amarrado con fuertes cadenas. Pero por la noche se le soltaron las cadenas y sin saber cómo, el santo se encontró libre, en la calle. Al día siguiente estaba de nuevo predicando a la gente.

Año 287, el gobernador lo mandó poner preso otra vez y después de atormentarlo con terribles torturas, mandó que le cortaran la cabeza. Voló al cielo a recibir el premio que Cristo ha prometido para quienes se declaran a favor de Él en la tierra. 

Hay que ser: Pronto para escuchar y lento para responder (S. Biblia Ec. 5,11).

jueves, 30 de octubre de 2014

San Alonso Rodríguez. Viudo y Portero



Alonso significa: "pronto para hacer el bien" (del germano al: el bien. Ons: prontitud). El santo de hoy es un caso típico. Viudo, comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco instruido en las ciencias del mundo, pero un verdadero místico.

San Alonso nació en Segovia (España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado. Cuando nuestro santo aún era un niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en la casa de los padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una finca que poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su santificación.

Alonso fue después a estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo que volverse a casa para administrar los negocios. Sin embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el de negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde sí iba a conseguir la santidad.

Alonso se casó con una mujer muy buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a nacer el segundo niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En seguida murió también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le faltaba todavía ser un creyente fervoroso y heroico

Vendió entonces los pocos bienes que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos hermanas suyas que eran extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a contemplar un poco los goces que nos esperan en el cielo, y en esos días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a la meditación y a obras de caridad a favor de los pobres.

Luego murió su único hijo. Alonso sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le iluminó con la lectura de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y su salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a todo e irse de religioso.

Alonso pidió a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba a llevar a la santidad.

Los superiores lo enviaron a la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión. Allí en ese cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.

Ser portero en un gran colegio no es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no había ni teléfono, ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el contrario, todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes. Allí llegaban montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de familia, proveedores del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje por unos días, visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno, vendedores y multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el hermano Alonso con una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras partes.

Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación". Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona" (Mt. 25, 40).

Sus compañeros jesuitas dejaron escrita esta observación verdaderamente admirable: "Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero santo". Algo admirable en verdad.

De entre tantísimos amigos que Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en Montesión, el más santo e importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol vivió tres años con Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a Pedro a que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver bautizó a más de 300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos consejos que le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.

San Pablo decía que para que no se llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su carne. Y así le sucedió también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades tan espantosas en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía rezando. Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba. Alonso rezaba siempre.

Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.

En sus dolorosas enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y decía que había días en que los sentía tan presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías espirituales.

Con autorización de sus superiores fue escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias espirituales, y en esa su autobiografía hay detalles que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las gentes de toas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.

Cuando ya era muy anciano y estaba sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su obediencia le dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur". Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la portería, listo a embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se volviera a su puesto.

Otro día el superior, que sufría de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan molesto". El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el Padre Superior había amanecido totalmente curado.

El 29 de octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús" expiró.
Gracias Señor por estos modelos admirables que nos presentas en tus santos. 
Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus buenos ejemplos.

miércoles, 29 de octubre de 2014

San Narciso. Obispo y Mártir de Jerusalén

CUERPO INCORRUPTO

Nació este Santo en la ciudad de Gerona, de donde fue obispo a la edad competente. En la persecución de Diocleciano trabajó San Narciso para animar a los fieles y sostener su fe entre tan rudos combates. Inspirado por Dios salió de Gerona con su diácono Félix y se encaminaron a Alemania, entrando en la ciudad de Augusta, según el aviso del Cielo.

Con su predicación y milagros logró San Narciso multitud de conversiones, siendo la más notable aquella de Afra, pública ramera, la de Hilaria, su madre, tres criadas llamadas Digna, Eunomia y Eutropia, y la de Dionisio, tío de Afra, que todos fueron mártires. De regreso San Narciso a Gerona, fue recibido por su afligida grey con las mayores demostraciones de alegría.

Tres años después, celebrando el santo sacrificio de la Misa, fue mortalmente herido con tres lanzadas, falleciendo el día 18 de Marzo, a principios del siglo IV(año 307). Su sagrado cuerpo, colocado en una preciosa capilla, se conserva incorrupto en Gerona después de tantos siglos, obrando Dios por su intercesión multitud de prodigios. 

Aparte del sermón del abad Oliba, hay otro documento del siglo XI muy interesante, me refiero a la carta del obispo Berenguer Wilfred de Girona que escribió al abad del Monasterio de San Ulrico y Santa Afra de Augsburg, después que este último solicitara las reliquias del santo.

El obispo gerundense le contestó que le enviaba fragmentos de huesos y vestidos de San Félix (mártir de Girona, el apóstol africano), pero no del diácono San Félix, ya que el emperador Carlomagno se los llevó a Francia, y ni mucho menos podía enviarle huesos de San Narciso. En aquella "De nuestro gloriosísimo padre nuestro Narciso, pontífice y mártir de Cristo, enviamos fragmentos de los vestidos y de la estola que hay en el sepulcro, pero no hemos querido enviar partes de su cuerpo, y que hasta ahora se conserva incorrupto, por la gracia de Dios". Se dice que Narciso murió a los 116 años. 

En todas las fuentes consultadas se menciona que el cuerpo del santo fue encontrado incorrupto entre los siglos X y principios del XI. ¡Vaya pasada, encontrar un cuerpo incorrupto después de 7 siglos!.

Sin lugar a dudas, este suceso habría hecho levantar la devoción a San Narciso entre todos los gerundenses que se habría aumentado en el siglo XII con la Cofradía de San Narciso y a lo largo de los años siguientes, más cuando en 1285 las tropas francesas entraron en Gerona. Los soldados tuvieron que marcharse, aturdidos por las picadas de unas moscas que salieron de la tumba de San Narciso situada en la iglesia de San Félix.

Beato Miguel Rúa


En el año 1852 San Juan Bosco se encontró en la calle con un grupo de jovencitos que le pedían les regalara alguna medalla. A cada uno le obsequió su medalla, menos a uno pálido y delgaducho, de noble mirada, al cual el santo haciendo como que partía su brazo izquierdo con la mano del derecho le dijo: "A ti sólo te doy esto". El jovencito no entendió qué significado podría tener esa acción, pero 30 años más tarde, le preguntará a Don Bosco: "¿Qué me quiso decir en mi niñez cuando me ofreció regalarme la mitad de su brazo?", y el santo le responderá: "Te quise decir que los dos obraríamos siempre ayudándonos el uno al otro y que tú serías mi mejor colaborador". Y así fue en verdad.

Miguel Rúa nació en Turín (Italia) de una modesta familia. Hizo sus estudios de primaria con los Hermanos Cristianos que lo apreciaron mucho porque era sin duda el alumno de mejor conducta que tenían en su escuela.

Y resultó que al Instituto de los Hermanos iba San Juan Bosco a confesar y los alumnos se encariñaron de tal manera con este amable santo que ya no aceptaban confesarse con ningún sacerdote que no fuera él. Y Rúa fue uno de los que se dejaron ganar totalmente por la impresionante simpatía y santidad del gran apóstol.

Al quedar huérfano de padre, empezó a frecuentar el Oratorio de Don Bosco, donde los muchachos pobres de la ciudad iban a pasar alegre y santamente los días festivos. Allí oyó un día que el santo le preguntaba: "Miguelín: ¿nunca has deseado ser sacerdote?". Al jovencito le brillaron los ojos de emoción y le respondió: "Si, lo he deseado mucho, pero no tengo cómo hacer los estudios".

"Pues te vienes cada día a mi casa y yo te daré clases de latín", le dijo Don Bosco. Y así empezó el joven sus clases de secundaria.

Más tarde Don Bosco lo envió a que recibiera clases de un excelente profesor de la ciudad, y cuando le pidió informes acerca de su alumno, el profesor respondió: "Es el mejor de la clase en todo: en aplicación, en conducta y en buenos modales".

San Juan Bosco deseaba mucho fundar una comunidad religiosa para educar a los jóvenes, y se propuso formar a sus futuros religiosos de entre sus propios alumnos. Y al primero que eligió para ello fue al joven Rúa. Le impuso la sotana y se interesó porque fuera haciendo sus estudios lo más completamente posible.

En 1856 Don Bosco hizo una curiosa votación entre los centenares de alumnos de su Oratoria de Turín (en el cual había muchos internos). Las preguntas eran estas: 1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos? 2ª. ¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La segunda pregunta la ganó Santo Domingo Savio, porque en simpatía y compañerismo no le ganaba ninguno. Pero la primera la ganó por amplia votación el joven Rúa. Según el parecer de sus compañeros era el más piadoso y santo de todo el gran colegio. Y esto es mucho decir, porque allá había muchos jóvenes sumamente piadosos y santos.

Rúa fue el primer alumno de Don Bosco que ordenado de sacerdote se quedó a colaborarle en su obra. Fue también el primer director de colegio salesiano y el hombre de confianza que acompañó durante 37 años al gran apóstol en todas sus empresas apostólicas. En él depositaba San Juan Bosco toda su confianza y era en todo como su mano derecha.

Del beato Miguel Rúa hizo San Juan Bosco un elogio que envidiaría cualquier otro religioso o sacerdote. Hablando con algunos salesianos dijo el santo: "Si Dios me dijera: hágame la lista de las mejores cualidades que desea para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me atrevería a decir, que ya no las tenga el Padre Miguel Rúa".

Cuando el Padre Rúa fue nombrado para ser director del primer colegio salesiano que se fundaba fuera de Turín, le pidió a su maestro Don Bosco que le trazara un plan de comportamiento, y el santo le escribió lo siguiente: "Ante todo trate de hacerse querer, más que de hacerse temer. Recuerde lo que decía San Vicente de Paúl: ‘Yo tenía un carácter demasiado serio y un temperamento amargo, y me di cuenta de que si no hay amabilidad, se hace más mal que bien en el apostolado. Y me propuse adquirir un modo de ser amable y bondadoso’. Este sea su plan de comportamiento". Miguel Rúa conservó toda su vida estos consejos y llegó a practicarlos de manera admirable.

San Juan Bosco decía al final de su vida: "Si el Padre Rúa quisiera hacer milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para conseguirlos". Pero la humildad de este santo sacerdote era tan grande que jamás se atrevía a querer obtener nada extraordinario. Él nunca hablaba de sí mismo. Pero un día, ya ancianito, le preguntaron los religiosos jóvenes: "Padre, ¿nunca le ha sucedido algún hecho extraordinario?". Y él, por bromear, les dijo: "Sí, un día me dijeron: ya que está reemplazando a Don Bosco que era tan milagroso, por favor coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, y tan pronto como le coloqué las manos sobre la cabeza, en ese mismo instante... ¡la pobre mujer se murió!". Los seminaristas rieron ante semejante final que no esperaban, pero se dieron cuenta de que lo sucedido en realidad era que no le gustaba hablar a favor de sí mismo.

Cuando San Juan Bosco era ya muy ancianito, el Santo Padre León XIII le dijo: "Dígame cuál es su sacerdote de mayor reemplazo". El santo le dijo que era Miguel Rúa y este recibió el encargo Pontificio de reemplazar a Don Bosco cuando muriera. Y así lo hizo en 1888 al morir el santo. Quedó Rúa elegido como Superior General de los salesianos y en los 22 años que dirigió la Congregación Salesiana, esta multiplicó por cinco el número de sus religiosos y abrió casas y obras sociales en gran cantidad de países.

Los salesianos decían: "Si alguna vez se perdiera nuestra Regla o nuestros Reglamentos, bastaría observar cómo se porta el Padre Rúa, para saber ya qué es lo que los demás debemos hacer". Su exactitud era admirable. Siempre amable y bondadoso, comprensivo con todos y lleno de paciencia, pero exactísimo en el cumplimiento de todos sus deberes.

Cuando Rúa tenía apenas unos 25 años, un día se enfermó muy gravemente y mandó llamar a San Juan Bosco para que le impusiera los santos óleos y le llevaran el viático. El santo respondió: "Miguel no se muere ahora, ni aunque lo lances de un quinto piso". Y después explicó el por qué decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año 1906 (40 años después) estaría Miguel Rúa extendiendo la comunidad salesiana por muchos países del mundo. Y a él personalmente le dijo después: "Miguel: cuando ya seas muy anciano y al llegar a una casa alguien te diga: ‘Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamete?’, prepárate porque ya habrá llegado la hora de partir para la eternidad". Y así sucedió. Al principio del año 1910, el Padre Rúa fue a Sicilia a visitar un colegio salesiano y un antiguo discípulo suyo, al verlo le dijo: "Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamente?". El santo sacerdote palideció y se preparó a bien morir.

Y el 6 de abril de 1910, después de exclamar: "Salvar el alma, eso es lo más importante", expiró santamente. Había dedicado su existencia totalmente a tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar totalmente a tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar en la salvación de las almas.

Dios envíe a su santa Iglesia muchos religiosos y 
sacerdotes tan observantes como él.

¿Has visto a uno que cumple bien su deber? 
Ése llegará a ser importante (S. Biblia. Proverbios).

martes, 28 de octubre de 2014

Festividad del Señor de Burgos. Rey y Patrón de Huánuco

SEÑOR DE BURGOS
Se sabe que fue traída de Lima a Huánuco (Perú), por encargo del Padre Agustino Fray Antonio de Montearroyo, natural de Algarve, Portugal, quien vistió el hábito en 1580. El encargado de traerlo fue el comerciante Martín de Goyzueta posiblemente en 1591. Antes de ello, el fino escultor Jerónimo Escorceto había elaborado la réplica apoyado por el Fray Rodrigo de Loayza, ya que Fray Luis de León, Superior de los Agustinos, se oponía a que se hicieran copias o réplicas de la imagen primigenia, porque la consideraba exclusiva de la ciudad Burgalesa. Después de todo se explica esta actitud por un egoísmo piadoso y cariño a la santa imagen.

La imagen estaba siendo trasladada en el buque de guerra que estuvo al mando del general D. Francisco de Leyva. Estando en Panamá, fallece Goyzueta, dejando a muchos acreedores impagos, quienes detienen el cajón Durante un año. Finalmente fue traída al Perú por el Dominico Fray Salvador de la Rivera, hijo de Nicolas De La Rivera, uno de los compañeros de Pizarro, Provincial de Santo Domingo y, posteriormente, Obispo de Quito.

En Huacho fue desembarcado del navío “La Capitana”, luego conducido a Chancay y de allí al Callao (Perú).

En Lima fue recibido en solemne procesión organizada por el general de Marina y Adelantado don Alvarado de Mandaña en 1593. Poco después el Capitán D. Juan De Cadalzo Salazar, dueño de una capilla de la Iglesia de San Agustín, solicitó que la imagen del Señor de Burgos fuese colocado allí. La comunidad Agustina no accedió a esa petición ya que el culto del Señor había comenzado en la Iglesia. En una capilla posiblemente se hubiera particularizado el culto, privando a los demás fieles el libre acceso a la imagen.

Se fundó después una cofradía que llevó el nombre del Señor de Burgos, gozando de los mismos privilegios e indulgencias de San Juan de Letrán de Roma. Así, la imagen era sacada procesionalmente todos los años en Jueves Santo, a la 11 de la noche. Fray Antonio de Montearroyo, quien encargó desde España la venida de la imagen, murió el 22 de abril de 1620.
Se sabe que la imagen estuvo primeramente en la ya desaparecida iglesia de San Agustín, en el solar ocupado por la que fue la cárcel pública de Huánuco. Ante el inminente desplome del viejo templo, se trasladó la imagen a la antigua Catedral, en la Plaza de Armas, el 23 de julio de 1930. Allí se le ubicó en un altar muy modesto al fondo de la nave izquierda,  y desde allí, es guiá y patrón de todos los huanuqueños.

La antigua Catedral fue construida en 1618. Ha sido remodelada dos veces, adquiriendo así un valor arquitectónico valioso: fue demolida en 1965 para construir la Moderna Catedral que actualmente se puede apreciar en la ciudad.

El 15 de agosto de 1965 se traslada la imagen a la Catedral provisional (Iglesia Cristo Rey), en tanto que se termina de construir la nueva; que fue dedicada exclusivamente al Señor de Burgos, Rey y Patrono de Huánuco, donde descansa actualmente.

Huánuco "La ciudad del mejor clima del mundo", conmemora cada 28 de Octubre la Fiesta del Señor de Burgos, imagen que es paseada en procesión por toda la ciudad, que se viste de morado.

En honor a su Divinidad, el pueblo huanuqueño realiza danzas, fuegos artificiales, degustación de su amplia gastronomía, presentación de alfombras floridas con motivos turísticos y religiosos, demostrando la mucha algarabía que caracteriza esta festividad, de máxima devoción y amor al Señor de Burgos.

"...Oh, Señor de Burgos, de Huánuco Rey, tesoro divino, de amor y de fe..."

San Simón y San Judas Tadeo. Apóstoles

San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirable ayuda de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios.

Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo. Judas es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios".

Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe". Simón significa: "Dios ha oído mi súplica".

A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos todas partes a predicanr la Palabra de Dios. Ambos fueron llamados por Jesús para formar parte del grupo de sus 12 escogidos o apóstoles. Ambos recibieron el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego el día de Pentecostés y presenciaron los milagros de Jesús en Galilea y Judea y oyeron sus sermones; le vieron ya resucitado y hablaron con Él después de su santa muerte en la Cruz, le vieron luego de Su gloriosa resurrección y fueron testigos prescenciales Su ascensión al cielo.

A Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas Iscariote que fue el que entregó a Jesús.

San Judas Tadeo escribió una de las Cartas del Nuevo Testamento. En la misma, ataca a los gnósticos y dice que los que tienen fe pero no hacenbuenas obras son como nubes que no tienen agua, árboles sin fruto, y olas con sólo espumas, y que los que se dedican a los pecados de impureza y a hacer actos contrarios a la naturaleza, sufrirán la pena del fuego eterno.

La antigua tradición cuenta que a San Simón lo mataron aserrándolo por medio y, a San Judas Tadeo, cortándole la cabeza de un hachazo. A San Judas le pintan muchas veces con un hacha en la mano.

Novena a San Judas Tadeo (Apóstol de los Necesitados)

Meditación 
San Judas Tadeo estaba íntimamente relacionado con nuestro Señor por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen. Sobrino nieto de estos dos santos, es a la vez sobrino de María y José, de donde resulta ser primo de nuestro Señor.

Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio "hermanos" de Jesús. Cuando nuestro Señor regresó de Judea a Nazaret, comenzó a enseñar en la sinagoga. Las gentes que le oían estaban asombradas y decían: ¿De dónde ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre? ¿No son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?" (Mt. 13,54)

En hebreo no existe la palabra "primos¨, por lo que conmunmente se emplea la palabra "hermanos" en sustitución. El padre de Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la Cruz cuando murió Cristo. "Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, María, María esposa de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19,25)Durante su adolescencia y juventud, Judas sería compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó su vida pública, Judas dejo todo por seguirle. Como Apóstol, trabajó con gran celo por la conversión de los paganos. Fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el Evangelio a los habitantes de aquel país.

Refiere la tradición que Judas y Simón sufrieron martirio en Suanis, ciudad de Persia, donde habían trabajado como misioneros. A Judas le dieron muerte con una cachiporra. Por eso, se le representa con una porra sobre la cabeza. Luego, le cortaron la cabeza con un hacha. Trasladaron su cuerpo a Roma y sus restos se veneran ahora en la Basílica de San Pedro.

San Judas es conocido principalmente como autor de la Carta de su nombre en el Nuevo Testamento. Carta probablemente escrita antes de la caída de Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, Judas denuncia las herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra la seducción de las falsas doctrinas. Habla del juicio que amenaza a los herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos la lujuria y " a quienes por interés adulan a la gente". Anima a los cristianos a permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se burlarán de la Religión, a quienes Dios en cambio les tiene reservada la condenación.

A la soberbia de los malos contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, amor de Dios, esperanza y oración. Alienta la práctica del amor al prójimo; exhorta a los Cristianos a que sean pacientes y con sus vida virtuosas conviertan a los herejes.

Judas concluye su carta con una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo, Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para redimirnos.

La fiesta de los Santos Simón y Judas se celebra el 28 de octubre.

Palabra de Dios 
"En verdad, en verdad os digo: el que crea en Mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre". - (Jn 14,12)"

"¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?". – (Mt 13,55)

"Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna". - (Judas 20-21)

Oración propia de la Novena 
Glorioso San Judas Tadeo, por los sublimes privilegios con que fuiste adornado durante tu vida; en particular por ser de la familia humana de Jesús y por haberte llamado Él a ser Apóstol; por la gloria que ahora disfrutas en el Cielo como recompensa de tus trabajos apostólicos y por tu martirio, obténme del Dador de todo bien las gracias que ahora necesito (mencione los favores que solicita).

Que guarde yo en mi corazón las enseñanzas divinas que nos has dado en tu carta: construir el edificio de mi santidad sobre las bases de la santísima fe, orando en el Espíritu Santo; mante- ner en el amor de Dios y esperando la misericordia de Jesucristo, que nos llevará a la vida eterna; y procurar por todos los medios ayudar a quienes se desvíen.

Que yo alabe la gloria y majestad, el dominio y poder de aquel que puede preservar de todo pecado y presentarme si mancha a nuestro divino Salvador, Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Consagración a San Judas 
San Judas, Apóstol de Cristo y Mártir glorioso, deseo honrarte con especial devoción. Te acojo como mi patrón y protector. Te encomiendo mi alma y mi cuerpo, todos mis intereses espirituales y temporales y asimismo los de mi familia. Te consagro mi mente para que en todo proceda a la luz de la fe; mi corazón para que lo guardes puro y lleno de amor a Jesús y María; mi voluntad para que, como la tuya, esté siempre unida a la voluntad de Dios.

Te suplico me ayudes a dominar mis malas inclinaciones y tentaciones evitando todas las ocasiones de pecado. Obténme la gracia de no ofender a Dios jamás, de cumplir fielmente con todas las obligaciones de mi estado de vida y practicar las virtudes necesarias para salvarme.

Ruega por mi Santo Patrón y auxilio mío, para que, inspirado con tu ejemplo y asistido por tu intercesión, pueda llevar una vida santa, tener una muerte dichosa y alcanzar la gloria del Cielo donde se ama y da gracias a Dios eternamente. Amén.

 ¡Oh Dios! Tú diste a conocer tu nombre
por medio de los Apóstoles,
por intercesión de San Judas,
haz que tu Iglesia continúe fortaleciéndose
y aumente el número de sus fieles.


Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén. 

Festividad del Señor de los Milagros

Señor de los Milagros a ti venimos en procesión/ tus fieles devotos/ a implorar tu bendición... Cientos de miles de voces, todos los años en el mes de octubre, unen sus corazones para dirigirse al milagroso Cristo de Pachacamilla, el Señor de los Temblores, el Señor de los Milagros que desde hace más de trescientos años sale a recorrer las calles de Lima para derramar sus gracias y bendiciones al pueblo limeño. Hábitos morados en señal de penitencia y unión con el Cristo de la Cruz, gargantas llenas de fe, gargantas que piden milagros, corazones endurecidos que piden la reconciliación con el Padre, manos y voces unidas para alabar y bendecir al Hijo, a Cristo que, crucificado, renueva en los hombres el sentido del dolor y del sufrimiento.

Cuenta la historia que a mitad del siglo diecisiete un mulato cuyo nombre ha quedado oculto, pintó en un muro de adobe la imagen que ahora se guarda en el templo de las Nazarenas. El año 1670, al pasar junto a una acequia y basural, Antonio de León vio la pintura de Jesús crucificado sobre este muro, que era lo único que quedaba de una antigua defensa militar. En 1655 un terremoto asoló Lima, pero el muro quedó en pie y olvidado por todos. Quince años después, a pesar de lo húmedo y olvidado que estuvo el mural, seguía en pie con la pintura como si nada hubiese pasado. Sorprendido por este hecho, Antonio de León arregló el lugar, construyó un altar y tuvo que detener su obra por un extraño mal que lo aquejó. Curado milagrosamente del mismo, con mayor fervor fue donde la imagen milagrosa, para honrarla con arpa, cajón y músicos.

Faro que guía/ da a nuestras almas/ la fe, esperanza, la caridad/ tu amor divino nos ilumine/ nos haga dignos de tu bondad... Canta el pueblo peruano cuando sale el Señor el primer sábado de octubre, el 18 y el 28 del mismo mes, así como el 3 de noviembre, fecha en que se guarda hasta el siguiente año. El 28, día de la fiesta principal, casi un millón de personas acude ante la imagen que por un lado muestra al Señor en el Gólgota y por otro a la Virgen de la Nube. La hermandad consta de diversas cuadrillas, casi todas ellas encargadas de llevar sobre sus hombros la imagen santa, pero también hay algunas especiales, como la dedicada a los enfermos, a la seguridad, a preparar el anda para la procesión. La imagen que se guarda en el templo de las Nazarenas está custodiada por las religiosas que reciben el mismo nombre pues, en virtud de una concesión de la Santa Sede, son religiosas de clausura de espiritualidad carmelitana, pero visten el hábito morado y reciben el nombre del Señor a quien cuidan.

En 1671 más de un centenar de personas se reunían para alabar con sus cantos y fiestas al Señor. En vista del ruido que se armaba, las autoridades mandaron destruir el muro, pero con gran sopresa vieron que ocurrían diversos fenómenos que hacían imposible derribarlo. El día 14 de septiembre del mismo año, en que la Iglesia recuerda la exaltación de la Santa Cruz, se celebró por primera vez la Misa junto a la imagen. En estos años se añadieron las imágenes de la Virgen y San Juan, así como las del Padre Eterno y del Espíritu Santo.

Con paso firme, de buen cristiano/ hagamos grande nuestro Perú/ y unidos todos como una fuerza/ te suplicamos nos des tu luz. Grande es la fe del pueblo peruano, que une sus dolores y vida a la del Cristo sufriente, grande el entusiasmo por edificar un país más justo y reconciliado, como pidiera el Santo Padre en su visita al Perú, grande la confianza en que, unido a la abundancia de las gracias divinas, se vivirá la Civilización del Amor, en la perspectiva del Tercer Milenio.

El 20 de octubre de 1687 se hizo una reproducción de la imagen para poder ser sacada en procesión, ante los continuos temblores. En 1746 salió por segunda vez. Poco después un grupo de personas que había ido creciendo hasta convertirla en una de las manifestaciones de religiosidad popular más grandes de Latinoamérica, se ha ido sumando para pedir al Señor de Pachacamilla que la fe no sea vencida, que conserve íntegra la esperanza, que en nuestra Patria se viva el amor como lo vivió el mismo Señor en la Cruz.

lunes, 27 de octubre de 2014

San Odrano. Abad

Odrano, "noble y sin mancha", abad de Meath, fue uno de los doce que partieron de Loch Foyle a Iona con San Colomba. Fue el primero de los monjes irlandeses que murió y fue sepultado en Iona. El sitio de su sepultura que se halla en el único cementerio de la isla, se llama "Reiling Orain".

Se dice que el santo fundó el monasterio de Leitrioch Odrain. Se le celebra como obispo en toda Irlanda. Poco después de desembarcar, sintió San Odrano que se acercaba el momento de su muerte y dijo: "Voy a ser el primer cristiano que muera en esta región. San Colomba replicó: "Yo te aseguro que irás al Reino de los Cielos y te prometo que nadie conseguirá una gracia en mi sepulcro sin habértela pedido a ti también". Como San Colomba no quería ver morir a su amigo, le dio inmediatamente la bendición y salió de la casa.

Se hallaba paseando en el patio, cuando de repente miró hacia el cielo. Sus acompañantes le preguntaron qué miraba, y Colomba repuso que veía la batalla que se libraba en el aire entre los buenos y los malos espíritus. Agregó que también veía a los Ángeles que llevaban en triunfo el alma de San Odrano al cielo.

Oremos: Señor, tú que colocaste a San Odrano en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

domingo, 26 de octubre de 2014

San Evaristo. Papa y Mártir

Papa San Evaristo
San Evaristo, griego de nacimiento, pero originario de Judea, hijo de un judío llamado Judas, natural de Belén, que fijó su residencia en Grecia, y lo educó en la doctrina y pricipios de su religión.

Nació por los años 60, con tan bellas disposiciones para la virtud y para las letras, que su padre dedicó el mayor cuidado a cultivarlas, dando al niño maestros hábiles que le instruyesen tanto en éstas como en aquella. Era Evaristo de excelente ingenio, de costumbres inocentes y puras; por lo que hizo grandes progresos en breve tiempo. No se sabe cuándo ni dónde tuvo la dicha de convertirse a la fe de Jesucristo, como ni tampoco con qué ocasión vino a Roma; sólo se sabe que era del clero de aquella Iglesia, madre y maestra de todas las demás, centro de la fe y de la religión.

Evaristo, con su celo y santidad, generalmente reconocida y celebrada en toda Roma, sostenía la virtud de todos los fieles; pues siendo todavía un mero presbítero, encendía el fervor y la devoción en los corazones de todos con sus instrucciones, con su caridad y con sus ejemplos. Era tan universal la estimación y veneración con que todos le miraban, que habiendo sido coronado con el martirio el Santo Pontífice Anacleto, sucesor de San Clemente, sólo vacó la silla apostólica el tiempo preciso para que se juntase el clero romano, que sin deliberar un sólo momento, a una voz colocó en ella a San Evaristo.

No hubo en toda la Iglesia quien desaprobase esta elección, sino el mismo Santo. Por su profunda humildad, por el bajo concepto que tenía formado de sí mismo, por la gran estimación que hacía de la ciencia, de la virtud y del mérito de todos los demás que componían el clero, dudó mucho que aquella elección fuese dirigida por el Espíritu Santo: resistióla, representó su indignidad; pero su misma resistencia acreditó más visiblemente lo mucho que la merecía.

A pesar de su humildad, le fue forzoso rendirse y ceder a la voluntad de Dios, manifestada por la voz del pueblo y por los unánimes votos de toda la clerecía. Fue consagrado el día 27 de julio del año 99 del Señor.

Luego que el nuevo Papa se vió colocado en la silla de San Pedro, aplicó todo su desvelo a remediar las necesidades de la Santa Iglesia en quel calamitoso tiempo, perseguida en todas partes por los gentiles, y cruelmente despedazada por los herejes. Los Simoniacos, o los Simonianos, los discípulos de Menandro, los Nicolaítas, los Gnósticos, los Cainianos, los discípulos de Saturnino y de Basílides, los de Carpócrates, los Valentinianos, los Helceseitas y algunos otros herejes, animados por el espíritu de las tinieblas, hacían todos sus esfuerzos y se valían de todos sus artificios para derramar en todas partes el veneno de sus errores, singularmente entre los fieles de Roma; persuadidos a que una vez inficionada la cabeza del mundo cristiano, luego se dilataría a todo el cuerpo la ponzoña del error, haciendo el mayor estrago. Pero como Jesucristo tiene empeñada su palabra de que las puertas del infierno jamás prevalecerían contra su Iglesia, para detener esta inundación de iniquidad, y para disipar esta multitud de enemigos, había dispuesto su amorosa providencia que ocupase San Evaristo la cátedra de la verdad.

Con efecto, el Santo Pontífice aplicó con tanto desvelo a cuidar del campo que el Señor le había confiado, que el hombre nunca pudo lograr sembrar en él la zizaña. Todos los fieles de Roma conservaron siempre la pureza de la fe; y aunque la mayor parte de los heresiarcas concurrió a aquella capital para pervertirla, el celo, las instrucciones y la solicitud pastoral del Santo Papa fueron preservativos tan eficaces, que el veneno del error jamás pudo ganar el corazón de un solo fiel.

Pero esta pastoral solicitud del vigilante Pontífice no se limitó precisamente a preservar a los fieles de doctrinas inficionadas; adelantóse también a perfeccionar la disciplina eclesiástica por medio de prudentísimas reglas y decretos, que fueron de grande utilidad a toda la Iglesia. Distribuyó los títulos de Roma entre ciertos presbíteros particulares para que cuidasen de ellos. No eran entonces estos títulos Iglesias públicas, sino como unos oratorios privados dentro de casas particulares donde se congregaban los cristianos para oír la Palabra de Dios, para asistir a la celebración de los divinos misterios, y para ser participantes de ellos.

Llamábanse títulos, porque sobre sus puertas se grababan unas cruces para distinguirlos de los lugares profanos; así como los sitios públicos se distinguían por las estatuas de los Emperadores, a las cuales se les daba el mismo nombre de títulos.

Los presbíteros nombrados para la dirección de aquellos oratorios eran propiamente los párrocos de Roma, que en tiempo de Optato eran en número de cuarenta. Ordenó también, que cuando predicase el obispo le asistiesen siete diáconos para honrar más la Palabra de Dios, y por respeto a la dignidad episcopal en el principal ministro de ella. Asimismo mandó, que conforme a la tradición apostólica se celebrasen públicamente los matrimonios, y que los desposados recibiesen en público la bendición de la Iglesia.

Atribúyense a San Evaristo dos epístolas, una a los fieles de África, y otra a los de Egipto. Esta es sobre la reforma de las costumbres; y en aquella se condena que un obispo pase de un obispado a otro puramente por ambición o por interés, declarándose que no son lícitas semejantes traslaciones sin una evidente necesidad, y sin que se haga canónicamente la misma traslación. Ocupado total y únicamente San Evaristo en dar todo el lleno a las obligaciones de buen pastor, no descargaba enteramente el cuidado de repartir el pan de la Divina Palabra en los santos presbíteros que había nombrado para cada parroquia; él mismo le distribuía cotidianamente a su pueblo, y aún muchas veces al día.

Extendíase su infatigable celo a los niños y hasta los esclavos, debiéndose a esta menuda solicitud, a ésta caridad universal, eficaz y laboriosa la conservación de todo su rebaño en la pureza de la fe, a pesar de los artificios y de los lazos que armaban tantos heresiarcas.

Aunque el emperador Trajano fue en realidad uno de los mejores príncipes que conoció el gentilismo, tanto por su dulzura como por su moderación, no por eso fueron mejor tratados en su tiempo los que profesaban la religión cristiana. Antes bien no cedió ni en tormentos ni crueldades a las demás persecuciones la que padeció la Iglesia en tiempo de este emperador. Hacía gloria Trajano, de ser más religioso que los otros príncipes, y de mantener las leyes del Imperio romano en todo su vigor. Es verdad que no publicó edicto nuevo contra nuestra Religión, según se lee en San Melitón y en Tertuliano; pero tenía mortal aversión a los cristianos, porque no los conocía, sino por los horrorosos retratos que le hacían así sus cortesanos idólatras, como los sacerdotes de los ídolos; y bastaba esta aversión para excitar contra ellos a los pueblos y a los magistrados.

De este mismo principio nacían aquellos tumultos populares en el circo, en los anfiteatros, en los juegos públicos, en los cuales, sin que precediece por parte de los fieles el más mínimo motivo, la muchedumbre levantaba el grito, pidiendo alborotadamente su muerte y la extirpación de su secta. A estos amotinamientos populares se atribuye la persecución de la Iglesia en el Imperio de Trajano. Esta persecución se señala en la crónica de Eusebio hacia el año 108 de Jesucristo, el onceavo de dicho emperador, y duró hasta la muerte de este príncipe, que sucedió el año 117, a los diez y nueve de su reinado.

No podía estar a cubierto de esta violenta tempestad el Santo Pontífice Evaristo, siendo tan sobresaliente la eficacia de su celo, y tan celebrada en toda la Iglesia la santidad de su vida. El desvelo con que atendía a las necesidades del rebaño hizo odioso a los enemigos del cristianismo al Santo Pastor, sin que en su avanzada edad entibiase su apostólico ardor, ni fuese motivo para moderar sus excursiones y sus gloriosas fatigas. Siendo tan visibles y tan notorias las bendiciones que derramaba Dios sobre su celo, de necesidad habían de meter mucho ruido, o a lo menos era imposible que del todo se ocultasen a los enemigos de la Religión.

Crecía palpablemente el número de los fieles, y regada la Viña del Señor con la sangre de los Mártires, se ostentaba más lozana, más florida y más fecunda. Conocieron los paganos que esta fecundidad era efecto de los sudores y del celo del Santo Pontífice, por lo que resolvieron deshacerse de él, persuadidos de que el medio más eficaz para que se dispersase el rebaño, era acabar con el pastor. Le echaron mano, y le metieron en la cárcel. Mostró tanto gozo de que le juzgaran digno de derramar su sangre y de dar su vida por amor a Jesucristo, que quedaron atónitos los magistrados, no acertando a comprender cómo cabía tanto valor y tanta constancia en un pobre viejo, agobiado con el peso de los años.

En fin, fue condenado a muerte como cabeza de los cristianos; y aunque se ignora el género de suplicio con que acabó la vida, es indudable que recibió la corona del martirio el día 26 de octubre del año del Señor de 107, honrándole desde entonces hasta el día de hoy como a mártir de la Iglesia Católica.

San Evaristo: Grecia; 97-105. Griego. Elegido en el 105. Dado que los cristianos aumentaban dividió la ciudad en parroquias. Instituyó las primeras siete diaconías que confió a los sacerdotes más ancianos y que dio origen al actual Colegio Cardenalicio.

Santa Paulina Jaricot. Fundadora de la Propagación de la Fe

En cada parroquia del mundo, el tercer domingo de octubre se celebra el Día de las Misiones, una fecha para ofrecer oraciones, sacrificios y limosnas por las misiones y los misioneros de todo el mundo. Hoy vamos a hablar de la joven a la cual se le ocurrió esa idea.

La idea feliz nació de una simple charla con la sirvienta de la casa. Un día llegó Paulina Jaricot de su trabajo, cansada y con deseos de escuchar alguna narración que le distrajera amenamente. Y se fue a la cocina a pedirle a la sirvienta que le contara algo ameno y agradable. La buena mujer le respondió: "si me ayuda a terminar este trabajito que estoy haciendo, le contaré luego algo que le agradará mucho". La muchacha le ayudó de buena gana, y terminando el oficio la cocinera se quitó el delantal y abriendo una revista de misiones se puso a leerle las aventuras de varios misioneros que en lejanas tierras, en medio de terribles penurias económicas, y con grandes peligros y dificultades, escribían narrando sus hazañas, y pidiendo a los católicos que les ayudaran con sus oraciones, limosnas y sacrificios, para poder continuar con éxito su difícil labor misionera.

En ese momento pasó por la mente de Paulina una idea luminosa: ¿por qué no reunir personas piadosas y obtener que cada cual obsequie dinero y ofrezca algunas oraciones y algún pequeño sacrifico por las misiones y los misioneros, y enviar después todo esto a los que trabajan evangelizando en tierras lejanas? Y se propuso empezar a llevar a cabo esa mima semana tan bella idea.

Paulina había nacido en la ciudad de Lyon (Francia) y desde muy niña había demostrado un gran espíritu religioso. Su hermano mayor sentía inmensos deseos de ser misionero y (quizás por falta de suficiente información) le pintaban las misiones como algo terrorífico donde los misioneros tenían que viajar por los ríos sobre el cuello de terribles cocodrilos y por las selvas en los hombros de feroces tigres. Esto la emocionaba a ella pero le quitaba todo deseo de irse de misionera. Sin embargo sentía una gran inclinación a ayudar a los misioneros de alguna manera, y pedía a Dios que la iluminara. Y el Señor la iluminó por medio de una simple lectura hecha por una sirvienta.

De pequeñita aprendió que un gran sacrificio que sirve mucho para salvar almas es el vencer las propias inclinaciones a la ira, a la gula y al orgullo y la pereza, y se propuso ofrecer cada día a Nuestro Señor alguno de esos pequeños sacrificios.

Cuando en 1814 el Papa Pío VII quedó libre de la prisión en la que lo tenía Napoleón, el pueblo entero salió en todas partes a aclamarlo triunfalmente en su viaje hacia Roma. Paulina tuvo el gusto de que el Santo Padre al pasar por frente a su casa la bendijera y le pusiera las manos sobre su pequeña cabecita. Recuerdo bellísimo que nunca olvidó.

De joven se hizo amiga de una muchacha sumamente vanidosa y ésta la convenció de que debía dedicarse a la coquetería. Por varios meses estuvo en fiestas y bailes y llena de adornos, de coloretes y de joyas (pero nada de esto la satisfacía). Su mamá rezaba por su hija para que no se fuera a echar a perder ante tanta mundanidad. Y Dios la escuchó.

Un día en una fiesta social resbaló con sus altas zapatillas por una escalera y sufrió un golpe durísimo. Quedó muda y con grave peligro de enloquecerse. Entonces la mamá le hizo este ofrecimiento a Dios: "Señor: yo ya he vivido bastante. En cambio esta muchachita está empezando a vivir. Si te parece bien, llévame a mí a la eternidad, pero a ella devuélvele la salud y consérvale la vida".

Y Dios le aceptó esta petición. La mamá se enfermó y murió, pero Paulina recuperó el habla, y la salud física y mental y se sintió llena de vida y de entusiasmo.

Poco después, un día entró a un templo y oyó predicar a un santo sacerdote acerca de lo pasajeros que son los goces de este mundo y de lo engañosas que son las vanidades de la vida. Después del sermón fue a confesarse con el predicador y éste le aconsejó: "Deje las vanidades y lo que la lleva al orgullo y dedíquese a ganarse el cielo con humildad y muchas buenas obras". Desde aquel día ya nunca más Paulina vuelve a emplear lujosos adornos de vanidad, ni a gastar dinero en lo que solamente lleva a aparecer y deslumbrar. Sus vestidos son sumamente modestos, hasta el extremo que las antiguas amigas le critican por ello. Ahora en vez de ir a bailes se va a visitar enfermos pobres en los hospitales.

Y es entonces cuando nace la nueva obra llamada Propagación de la fe. Son grupitos de 10 personas, las cuales se comprometen a dar cada una alguna limosna para los misioneros, y ofrecer oraciones y pequeños sacrificios por ellos. Paulina va organizando numerosos grupos (llamados coros) entre sus amistades y las gentes de su alrededor y pronto empiezan ya a recoger buenas ayudas para enviar a lejanas tierras.

Su hermano, que se acaba de ordenar de sacerdote, propone la idea de Paulina a otros sacerdotes en París y a muchos les agrada y empiezan a fundar coros de Propagación de la Fe. La idea se extendió rapidísimo por toda la nación y las ayudas a los misioneros se aumentaron inmensamente. Casi nadie sabía quién había sido la fundadora de este movimiento, pero lo importante era ayudar a extender nuestra santa religión.

Para poder conseguir más oraciones con menos dificultad, Paulina formó grupitos de 15 personas, de las cuales cada una se comprometía a rezar un misterio del rosario al día por los misioneros. Así entre todos rezaban cada día un rosario completo por las misiones. Fue una idea muy provechosa.

Paulina se fue a Roma a contarle al Santo Padre Gregorio XVI su idea de la Propagación de la Fe. El Sumo Pontífice aprobó plenamente tan hermosa idea y se propuso recomendarla a toda la Iglesia Universal.

Al volver a Francia fue a confesarse con el más famoso confesor de ese tiempo, el Santo Cura de Ars. El santo le dijo proféticamente: "Sus ideas misioneras son muy buenas, pero Dios le va a pedir fuertes sacrificios, para que logren tener más éxito". Esto se le cumplió a la letra, porque en adelante los sufrimientos e incomprensiones que tuvo que sufrir nuestra santa fueron enormes.

Al principio recogía ella misma las limosnas para las misiones, pero varios avivados le robaron descaradamente. Entonces se dio cuenta de que debía dejar esto a sacerdotes y laicos especializados que no se dejaran estafar tan fácilmente.

Después recibió ayudas para fundar obras sociales en favor de los obreros pobres, pero varios negociantes sin escrúpulos la engañaron y se quedaron con ese dinero. Paulina se dio cuenta de que Dios la llamaba a dedicarse a lo espiritual, y que debía dejar la administración de lo material a manos de expertos que supieran mucho de eso.

En 1862, después de haber perdonado generosamente a todos los que la habían estafado y hecho sufrir, y contenta porque su obra de la Propagación de la Fe estaba ya muy extendida murió santamente y satisfecha de haber podido contribuir eficazmente a favor de las misiones católicas.

Veinte años después, en 1882, el Papa León XIII extendió la Obra de la Propagación de la Fe a todo el mundo, y ahora cada año, el mes de octubre (y especialmente en el tercer domingo de este mes) los católicos fervorosos ofrecen oraciones, sacrificios y limosnas por las misiones y los misioneros del mundo entero.
¡Gracias Paulina Jaricot!.
La bendición de Dios será siempre tu mejor recompensa
(S. Biblia Ecl. 11, 22).

sábado, 25 de octubre de 2014

San Frutos, Santa Engracia y San Valentín. Mártires

Los cuerpos de San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, venerados por los cristianos-católicos segovianos, se conservaron en la ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI.

El rey Alfonso VI concedió esta ermita al monasterio de San Sebastián de Silos —hoy Santo Domingo de Silos- para que la cuidasen y facilitasen la creciente devoción del pueblo; se hizo escritura en el 1076. Los monjes recomponen la ermita como de nuevo y la habilitan para que puedan vivir en ella algunos monjes. Terminadas las obras en el año 1100, la consagra D. Bernardo, el primer Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca escarpada, como cortada a pico, a orillas del río Duratón, afluente del Duero. En ese nuevo lugar se depositan las reliquias de los tres santos.

Restaurada Segovia y restituida a su dignidad episcopal, se pasan a su catedral la mitad de las reliquias desde el monasterio de Silos, con autorización y mandato del Arzobispo de Toledo, en el 1125.

Tan celosamente se guardan que se pierde el sitio donde fueron depositadas hasta que se encontraron milagrosamente, en tiempos del celoso obispo D. Juan Arias de Ávila.

En el año 1558 se depositaron finalmente en la nueva catedral. Allí, en el trascoro, reposan los restos del Patrono de la Ciudad, teniendo por fondo el retablo que trazó Ventura Rodríguez para el palacio de Riofrío y que Carlos III donó para la catedral segoviana.

¿Quién fue el hombre que desde catorce siglos atrás es polo de atracción de tantas generaciones de segovianos?

Nació Frutos en el año 642, después sus dos hermanos Valentín y Engracia, en el seno de una familia rica. Debió ser una familia de profundas convicciones cristianas que supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la causa, murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos bienes y comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles a los principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en ellos los vicios, maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano, que Frutos les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma libertad y libre determinación deciden vender sus bienes y los dan a los pobres. Dejaron la ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de la soledad, oración y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla del río Duratón les pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos. Hacen tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo definitivo al trato con Dios.

A partir de aquí se tiene noticias de Frutos cuando el estallido de la invasión musulmana y su rápida dominación del reino visigodo. Frutos, en su deseo de servir a Dios, intervino de alguna manera —y con vivo deseo de martirio- en procurar la conversión de algunos mahometanos que se aproximaron a su entorno; defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el año 715.

La misma historia refiere que sus hermanos Valentín y Engracia fueron de los mártires decapitados por los sarracenos y sus cuerpos colocados con el del Santo.

Lo que se sabe hoy del entorno en que viven y mueren estos santos facilita cubrir las lagunas o los interrogantes que pueden presentarse. La invasión musulmana, su rápido avance por el reino hispano-visigodo y el martirio de cristianos tuvieron su génesis. La unidad del reino tan lograda por la conversión del arrianismo a la fe católica de Recaredo en el 589 presentaba ahora una falsa cohesión por su fragilidad. Los clanes de nobles, civiles y eclesiásticos, con intereses políticos y económicos contrapuestos, tratan de controlar cada uno alternativamente el trono de Toledo y son una fuente continua de conflictos. La nobleza que en un principio recibió unos territorios para ejercer en ellos funciones administrativas, fiscales y militares, al hacerse hereditarias, quedan prácticamente privatizadas con detrimento progresivo de las funciones públicas características de un estado centralizado y llevan a la fragmentación del poder del monarca. La clase aristócrata asienta aún más la diferencia social con el pueblo cada vez más pobre, indefenso, desorientado, abandonado y hastiado del lujo de sus señores. Hay que añadir desastres naturales que asolan el país especialmente desde el reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias que diezmaban a la población, plagas de langostas, sequía, pestes y despoblamiento. El vicio, la amoralidad y desenfreno reina en la sociedad al amparo de lo que sucede en las casas de la nobleza. A la muerte de Witiza, los partidarios de Akhila, su hijo primogénito, no consiguen ponerlo en el trono ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y piden ayuda a los bereberes. El desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que fue una simple ayuda de los moros capitaneados por Tariq se convirtiera en toda una invasión y conquista posterior que colma los planes estratégicos del Islam por la decrepitud que se había ido gestando en el interior del reino visigodo.

Los Santos Macabeos. Mártires

Siglo II a.C.

En la S. Biblia hay dos libros llamados de Los Macabeos (palabra que significa: "fuerte contra el adversario"). Allí se narran las historias heroicas de quienes prefirieron perder todos sus bienes y hasta morir, con tal de defender la santa religión del verdadero Dios.

En el libro 2o de los Macabeos, capítulo 7º, se narra la historia de los siete hermanos mártires, los cuales fueron cruelmente atormentados para hacerles renegar de la fe, pero prefirieron toda clase de tormentos con tal de permanecer fieles a los mandatos de Dios hasta la muerte. La siguiente es su historia, según la cuenta la S. Biblia:

Sucedió que siete hermanos israelitas fueron apresados, junto con su madre, y eran forzados por el rey a que renegaran de la santa religión verdadera. Fueron flagelados con azotes y fuetes de cuero, para que hicieran lo que la santa religión prohibe.

Uno de ellos decía al impío rey Antíoco que pretendía alejarlos de la religión de sus padres: -"¿Qué pretendes de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que desobedecer las leyes que Dios les dio a nuestros antepasados".

El rey lleno de rabia, mandó prender fuego debajo de sartenes y calderas, e hizo echar allí la lengua del que había hablado en nombre de los demás. Hizo que le arrancaran toda la piel de la cabeza, y que le cortaran las manos y los pies, en presencia de sus hermanos y de su madre. Cuando quedó completamente inutilizado, viendo que todavía respiraba, mandó el rey que lo echaran a un sartén que estaba sobre el fuego y allí lo tostaran. Aparte, mientras el humo de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos, junto con su madre, se animaban mutuamente a morir con generosidad y decían:

"El Señor Dios cuida de todos nosotros y está presenciando lo que sucede. Siempre se cumplirá lo que prometió Moisés: Dios se compadece de sus amigos".

Cuando el primero pasó a la eternidad, llamaron al segundo, y después de arrancarle la piel de la cabeza y todos sus cabellos, le preguntaron: "¿Está dispuesto a hacer lo que le prohibe su religión? ¿O quiere ser torturado en su cuerpo, parte por parte?".

Él respondió: "¡De ninguna manera y por ninguna causa haré jamás lo que prohibe mi santa religión!".

Y entonces lo torturaron del mismo modo que habían hecho con el primero. Antes de que le arrancaran la lengua dijo al rey: "Tú, injusto y criminal, nos privas de la vida presente. Pero el Rey de los cielos nos resucitará para la vida eterna a los que morimos por cumplir sus santas leyes".

Luego llamaron al tercero. Este presentó la lengua para que la arrancaran y las manos para que se las cortaran, pero antes dijo: "Por bondad del Dios del cielo poseo esta lengua y estas manos. Pero por cumplir sus santas leyes renuncio a todo esto que es tan precioso y útil. Yo espero que en la eternidad me devolverá el Señor lo que he sacrificado por su amor". El rey y sus acompañantes estaban admirados y sorprendidos del valor de aquel muchacho que no tenía miedo a tan terribles dolores con tal de cumplir lo que le mandaba su santa religión. Lo maltrataron y asesinaron como a los otros dos.

Hicieron pasar en seguida al cuarto hermano y lo maltrataron con feroces suplicios. Cuando ya estaba agonizante y cerca de su fin, exclamó: "Es preferible morir a manos de los hombres con tal de conseguir ser resucitado para la vida eterna. En cambio para los enemigos de Dios y de su religión no hay esperanza para la eternidad".

En seguida llevaron al quinto hermano y se pusieron a atormentarlo. Él, mirando al rey le dijo: "¿Se imagina que porque tiene un alto puesto de gobierno puede hacer todo lo que se le antoja? Pero no crea que Dios ha abandonado a quienes pertenecemos a la verdadera religión. Ya verá que pasado un poco de tiempo, nuestra santa religión triunfará, mientras a ustedes les sucederán cosas muy desagradables".

Después de este, trajeron al sexto hermano el cual, cuando estaba a punto de morir a causa de tan terribles tormentos, exclamó: "No se hagan ilusiones los que combaten contra la religión del verdadero Dios, pensando que nada malo les va a suceder por todo esto. A nosotros nos sirven estos sufrimientos para poder pagar nuestros pecados, pero a los que luchan contra Dios, les esperan males espantosos".

Sigue diciendo la S. Biblia, en el Capítulo 7º del 2º libro de los Macabeos: "Admirable en todo aspecto y digna de todo glorioso recuerdo, fue aquella madre que al ver morir a todos sus hijos en el espacio de un solo día, padecía todo esto con valentía, porque tenía la esperanza puesta en los premios que Nuestro Señor tiene reservados para sus fieles amigos. Animaba a cada uno de ellos hablándoles en su lenguaje patrio, llena de generosos sentimientos y estimulándonos a sufrir con gran valor les decía:

- Yo no sé cómo mi Dios me concedió el honor de ser madre de cada uno de ustedes. Qué honrada me siento al ver que ahora entregan su espíritu al Creador por defender sus santas leyes. Él en cambio les concederá la gloria eterna".

El rey Antíoco se propuso ganarse al más pequeño de los hermanos y le ofreció regalos y hacerlo rico y concederle altos empleos con tal de que abandonara la religión del Dios de Israel. Viendo que el muchacho no le hacía caso, el rey llamó a la mamá y le pidió que tratara de convencer al joven para que salvara su vida renegando de su religión.

Entonces aquella valerosa mujer se acercó a su hijo y le dijo: "Hijo: ten compasión de mí, por amor a tu madre no vayas a renegar jamás de la santa religión de nuestros antepasados. Recuerda que estás obedeciendo al Dios que creó los cielos y la tierra. No le tengas miedo a este verdugo que te quiere quitar la vida del cuerpo, porque si perseveras fiel, nos encontraremos todos juntos con tus hermanos en la vida eterna del cielo".

Tan pronto como la mamá terminó de hablar, el joven gritó: "¿Qué más esperan? Jamás obedeceré al mandato del rey que pretende hacerme renegar de mi religión y que yo desobedezca a las leyes que Dios nos dio por medio de Moisés. Y Usted rey, que es el causante de todos estos males que suceden en nuestro pueblo de Israel, ¡esté seguro de que no se va a librar de los castigos del Dios! Nosotros sufrimos para pagar nuestros pecados y los pecados de nuestro pueblo, pero con esto estamos calmando la ira de Dios. Pero a usted rey criminal y malvado, lo espera el terrible juicio de Dios y de Él no logrará librarse. Y Dios todo lo ve y todo lo sanciona. Mis hermanos después de haber sufrido estos tormentos han ido a la vida eterna. Pero a los enemigos de la religión les espera el castigo merecido por sus pecados. Yo, como hicieron mis hermanos, ofrezco mi vida por mi patria y por mi religión, para que tenga misericordia de nuestro pueblo y retire de nosotros los castigos que merecemos".

Al oír tales declaraciones el rey se llenó de furor y mandó que al séptimo y más joven de los hermanos lo atormentaran con mayor crueldad que a los demás. Y después de matarlo a él, hizo asesinar también a la santa heroica madre.

Feliz familia que en un solo día conquistó el reino de los cielos proclamando con valor que es preferible morir antes que renegar de la verdadera religión, la que nos enseñaron nuestros antepasados.

Cada día haz algo que tenga el sabor de amor y de servicio a quien no te lo pida.

viernes, 24 de octubre de 2014

San Antonio María Claret. Fundador de las Comunidad de Claretianos y Claretianas

Ingresó al seminario de Vich (España) y allí recibió la ordenación sacerdotal. Fue luego nombrado vicepárroco y pronto empezó el pueblo a conocer cuál era la cualidad principal que Dios le había dado: era un predicador impresionante, de una eficacia arrolladora. De todas partes lo llamaban a predicar misiones populares, predicando hasta diez sermones en un día. Viajaba siempre a pie y sin dinero.

Durante 15 años predicó incansablemente por el norte de España, y difícilmente otro predicador del siglo pasado logró obtener triunfos tan grandes como los del padre Claret al predicar. En su vida predicó más de 10,000 sermones. Lo que hizo San Juan Bosco en Italia en ese tiempo a favor de las buenas lecturas, lo hizo San Antonio Claret en España. Él se dio cuenta de que una buena lectura puede hacer mayor bien que un sermón y se propuso emplear todo el dinero que conseguía en difundir buenos libros. Mandaba imprimir y regalaba hojas religiosas, por centenares de miles. Ayudó a fundar la Librería religiosa de Barcelona y fue el que más difundió los libros de esa librería. Él mismo redactó más de 200 libros y folletos sencillos para el pueblo, que tuvieron centenares de ediciones. Los regalaba donde quiera que llegaba. En todas partes reglaba medallas, rosarios, hojas y libros religiosos.

El 18 de febrero de 1851, el Santo entra solemnemente en la ciudad de Santiago de Cuba, colocando su actividad pastoral bajo la protección de la Virgen de la Caridad del Cobre, de quien fue entusiasta devoto. Encuentra la Archidiócesis aquejada por gravísimos problemas religiosos, morales, sociales y políticos. El 24 de noviembre de 1851, poco después de recorrer por primera vez su vasta Archidiócesis, escribe al Obispo de Vich, Cataluña, una carta en la que retrata ese lamentable cuadro de abandono espiritual y material: "Me lleno de indignación al presenciar el criminal abandono en que el Gobierno español tiene al clero de este Arzobispado". 

En los seis años y dos meses que vivió en Cuba, el Santo se dedicó infatigablemente a la reforma del clero; a reconstruir el seminario, al cual hacía 30 años que no ingresaba un seminarista; a la creación de nuevas Parroquias; a fundar cajas de ahorro "para utilidad y morigeración de los pobres"; y a misionar a los fieles de la vasta Archidiócesis, la cual recorrió íntegramente cuatro veces, siempre a pie o a lomo de mula. 

En Cuba administró el sacramento de la confirmación a 300,000 cristianos, correspondientes a ¡un tercio de la población de la isla en ese entonces! y arregló 30,000 matrimonios. Logró formar con los sacerdotes una verdadera familia de hermanos donde todos se sentían bien atendidos y estimados en la casa del Arzobispo.

En 1857 fue llamado a España como capellán de la reina Isabel. En 1849 al darse cuenta de que para mantener viva la fe del pueblo se necesitan sacerdotes entusiastas que vayan por campos y ciudades predicando y propagando buenas lecturas, se reunió con cinco compañeros y fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María, que hoy se llaman Claretianos. Actualmente son 3,000 en 385 casas en el mundo. Fundó también las Hermanas Claretianas que son 650 en 69 casas. Estas comunidades han hecho inmenso bien con su apostolado en muchos países.

Asistió al Concilio Vaticano en Roma en 1870. En el mismo, pronunció un memorable discurso que fué muy bien recibido, comentado y elogiado. En Francia, los monjes cistercienses del monasterio de Fuente Fría le hospedaron, y allí, después de haber escrito por orden del superior de su comunidad su autobiografía, enfermó. Falleció el 24 de octubre de 1879. Tenía apenas 63 años. Después de su muerte, se le han atribuído numerosos milagros.

jueves, 23 de octubre de 2014

San Juan de Capistrano. Predicador y Religioso

Es este uno de los predicadores más famosos que ha tenido la Iglesia Católica. Nació en un pueblecito llamado Capistrano, en la región montañosa de Italia, en 1386. Fue un estudiante sumamente consagrado a sus deberes y llegó a ser abogado y juez, y gobernador de Perugia. Pero en una guerra contra otra ciudad cayó prisionero, y en la cárcel se puso a meditar y se dio cuenta de que en vez de dedicarse a conseguir dinero, honores y dignidades en el mundo, era mejor dedicarse a conseguir la santidad y la salvación en una comunidad de religiosos, y entró de franciscano.

Como era muy vanidoso y le gustaba mucho aparecer, dispuso vencer su orgullo recorriendo la ciudad cabalgando en un pobre burro, pero montado al revés, mirando hacia atrás, y con un sombrero de papel en el cual había escrito en grandes letras: "Soy un miserable pecador". La gente le silbó y le lanzaron piedras y basura. Así llegó hasta el convento de los franciscanos a pedir que lo recibieran de religioso.

El Padre maestro de novicios dispuso ponerle pruebas muy duras para ver si en verdad este hombre de 30 años era capaz de ser religioso humilde y sacrificado. Lo humillaba sin compasión y lo dedicaba a los oficios más cansones y humildes, pero Juan en vez de disgustarse le conservó una profunda gratitud por toda su vida, pues le supo formar un verdadero carácter, y lo preparó para enfrentarse valientemente a las dificultades de la vida. Él recordaba muy bien aquellas palabras de Jesús: "Si el grano de trigo no cae en tierra y no muere, se queda sin producir fruto, pero si muere producirá mucho fruto"(Jn. 12,24).

A los 33 años fue ordenado de sacerdote y luego, durante 40 años recorrió toda Europa predicando con enormes éxitos espirituales. Tuvo por maestro de predicación y por guía espiritual al gran San Bernardino de Siena, y formando grupos de seis y ocho religiosos se distribuyeron primero por toda Italia, y después por los demás países de Europa predicando la conversión y la penitencia.

Juan tenía que predicar en los campos y en las plazas porque el gentío tan enorme no cabía en las iglesias.

Su presencia de predicador era impresionante. Flaco, pálido, penitente, con voz sonora y penetrante; un semblante luminoso, y unos ojos brillantes que parecían traspasar el alma, conmovía hasta a los más indiferentes. La gente lo llamaba "El padre piadoso", "el santo predicador". Vibraba en la predicación de las verdades eternas. La gente al verlo y oírlo recordaba la figura austera de San Juan Bautista predicando conversión en las orillas del río Jordán. Y les repetía las palabras del Bautista: "Raza de víboras: tienen que producir frutos de conversión. Porque ya está el hacha de la justicia divina junto a la vida de cada uno, y árbol que no produce frutos de obras buenas será cortado y echado al fuego" (Lc. 3,7).

Muchos pedían a gritos la confesión, prometiendo cambiar de vida y estallaban en llanto de arrepentimiento. Las gentes traían sus objetos e superstición y los libros de brujería y otros juegos y los quemaban en públicas hogueras en la mitad de las plazas.

Muchos jóvenes al oírlo predicar se proponían irse de religiosos. En Alemania consiguió 120 jóvenes para las comunidades religiosas y en Polonia 130.

Sus sermones eran de dos y tres horas, pero a los oyentes se les pasaba el tiempo sin darse cuenta. Atacaba sin miedo a los vicios y malas costumbres, y muchísimos, después de escucharle, dejaban sus malas amistades y las borracheras.

Después de predicar se iba a visitar enfermos, y con sus oraciones y su bendición sacerdotal obtenía innumerables curaciones.

Juan convertía pecadores no sólo por su predicación tan elocuente y fuerte, sino por su gran espíritu de penitencia. Dormía pocas horas cada noche. Vestía siempre trajes sumamente pobres. Comía muy poco, y siempre alimentos burdos y nunca comidas finas ni especiales. Una artritis muy dolorosa lo hacía cojear y dolores muy fuertes de estómago lo hacían retorcerse, pero su rostro era siempre alegre y jovial. En su cuerpo era débil pero en su espíritu era un gigante.

Después de muerto reunieron los apuntes de los estudios que hizo para preparar sus sermones y suman 17 gruesos volúmenes.

La Comunidad Franciscana lo eligió por dos veces como Vicario Genera, y aprovechó este altísimo cargo para tratar de reformar la vida religiosa de los franciscanos, llegando a conseguir que en toda Europa esta Orden religiosa llegara a un gran fervor.

Muchos se le oponían a sus ideas de reformar y de volver más fervorosos a los religiosos. Y lo que más lo hacía sufrir era que la oposición venía de sus mismos colegas en el apostolado. Se cumplía en él lo que dice el Salmo: "Aquél que comía conmigo el pan en la misma mesa, se ha declarado en contra de mí". Pero esas incomprensiones le sirvieron para no dedicarse a buscar las alabanzas de las gentes, sino las felicitaciones de Dios. Él repetía la frase de San Pablo: "Si lo que busco es agradar a la gente, ya no seré siervo de Cristo".

Juan tenía unas dotes nada comunes para la diplomacia. Era sabio, era prudente, y medía muy bien sus juicios y sus palabras. Había sido juez y gobernador y sabía tratar muy bien a las personas. Por eso cuatro Pontífices (Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III) lo emplearon como embajador en muchas y muy delicadas misiones diplomáticas y con muy buenos resultados. Tres veces le ofrecieron los Sumos Pontífices nombrarlo obispo de importantes ciudades, pero prefirió seguir siendo humilde predicador, pobre y sin títulos honoríficos.

40 años llevaba Juan predicando de ciudad en ciudad y de nación en nación, con enormes frutos espirituales, cuando a la edad de 70 años lo llamó Dios a que le colaborara en la liberación de sus católicos en Hungría. Y fue de la siguiente manera.

En 1453 los turcos musulmanes se habían apoderado de Constantinopla, y se propusieron invadir a Europa para acabar con el cristianismo. Y se dirigieron a Hungría.

Las noticias que llegaban de Serbia, nación invadida por los turcos, eran impresionantes. Crueldades salvajes contra los que no quisieran renegar de la fe en Cristo, y destrucción de todo lo que fuera cristiano católico.

Entonces Juan se fue a Hungría y recorrió toda la nación predicando al pueblo, incitándolo a salir entusiasta en defensa de su santa religión. Las multitudes respondieron a su llamado, y pronto se formó un buen ejército de creyentes.

Los musulmanes llegaron cerca de Belgrado con 200 cañones, una gran flota de barcos de guerra por el río Danubio, y 50,000 terribles jenízaros de a caballo, armados hasta los dientes. Los jefes católicos pensaron en retirarse porque eran muy inferiores en número. Pero fue aquí cuando intervino Juan de Capistrano.

El gran misionero salvó a la ciudad de Bucarest de tres modos. El primero, convenciendo al jefe católico Hunyades a que atacara la flota turca que era mucho más numerosa. Atacaron y salieron vencedores los católicos. El segundo, fue cuando ya los católicos estaban dispuestos a abandonar la fortaleza de la ciudad y salir huyendo. Entonces Juan se dedicó a animarlos, llevando en sus manos una bandera con una cruz y gritando sin cesar: Jesús, Jesús, Jesús. Los combatientes cristianos se llenaron de valor y resistieron heroicamente. Y el tercer modo, fue cuando ya Hunyades y sus generales estaban dispuestos a abandonar la ciudad, juzgando la situación insostenible, ante la tremenda desproporción entre las fuerzas católicas y las enemigas, Juan recorrió todos los batallones gritando entusiasmado: "Creyentes valientes, todos a defender nuestra santa religión". Entonces los católicos dieron el asalto final y derrotaron totalmente a los enemigos que tuvieron que abandonar aquella región.

Jamás empleó armas materiales, sus armas eran la oración, la penitencia y la fuerza irresistible de su predicación.

Las gentes decían que aquellos cuarteles de guerreros más parecían casas de religiosos que campamentos militares, porque allí se rezaba y se vivía una vida llena de virtudes. Todos los capellanes celebraban cada día la santa misa y predicaban. Muchísimos soldados se confesaban y comulgaban. Y los militares repetían en sus batallones: "Tenemos un capellán santo. Hay que portarse de manera digna de este gran sacerdote que nos dirige. Si nos portamos mal no vamos a conseguir victorias sino derrotas". Y los oficiales afirmaban: "Este padrecito tiene más autoridad sobre nuestros soldados, que el mismo jefe de la nación".

Mientras los católicos luchaban con las armas en Hungría, el Sumo Pontífice hacía rezar en todo el mundo el Angelus (o tres Avemarías diarias) por los guerreros católicos y la Sma. Virgen consiguió de su Hijo una gran victoria. Con razón en Budapest le levantaron una gran estatua a San Juan de Capistrano, porque salvó la ciudad de caer en manos de los más crueles enemigos de nuestra santa religión.

Y sucedió que la cantidad de muertos en aquella descomunal batalla fue tan grande, que los cadáveres dispersados por los campos llenaron el aire de putrefacción y se desató una furiosa epidemia de tifo. San Juan de Capistrano había ofrecido a Dios su vida con tal de conseguir la victoria contra los enemigos del catolicismo, y Dios le aceptó su oferta. El santo se contagió de tifo, y como estaba tan débil a causa de tantos trabajos y de tantas penitencias, murió el 23 de octubre de 1456.

Gran apóstol: alcánzanos de Dios entusiasmo y valor para
defender siempre nuestra amada religión católica.
Orad y trabajad por la nación donde estáis viviendo,
porque su bien será vuestro bien (S. Biblia. Jeremías 29).