martes, 2 de diciembre de 2014

Santa Bárbara. Virgen y Mártir


Siglo III Martirio de la Santa

Hoy, día 2 de diciembre, celebramos a otra de esas grandes mártires de la Antigüedad cuya presencia en la cultura cristiana ha sido constante, tanto en la tradición como en la iconografía. Probablemente todos hemos oído citar a Santa Bárbara más de una vez o la hemos visto en iglesias, capillas y estampas. Su popularidad es tal que siempre nos ha acompañado de algún modo, y además recibe igual veneración por parte de los cristianos católicos que de los ortodoxos (quienes la incluyen con la categoría de Gran Mártir al nivel de Santa Catalina, San Jorge y otros). Hablemos de ella.

La historia que conocemos es extremadamente popular, sin embargo, antes que nada cabe puntuar que ésta procede de la síntesis de diversos textos diferentes, escritos originalmente en griego y traducidos luego varias veces al latín, con las variaciones y alteraciones de los textos originales que ello ya supone. Y aun en estos mismos textos encontramos muchas divergencias y contradicciones, de modo que en general, tienen muy escaso valor histórico y son de matiz claramente legendario. Pero vamos a repasar esta síntesis de la que hablo.

Según este relato, Bárbara era la joven y hermosa hija de un sátrapa –administrador- de una provincia de Asia Menor llamado Dióscoro, quien la hizo encerrar en una torre. Ella, ansiosa de Cristo, encontró el modo de comunicarse con el sabio Orígenes, quien le mandó un ministro suyo para instruirla en la fe y bautizarla. Otras versiones de este mismo texto dice que fue ella sola la que se instruyó y bautizó (¡!) sumergiéndose en la piscina de su casa; o incluso, que Jesús se le apareció y la bautizó Él mismo, o que envió a San Juan Bautista para bautizarla (sirva esto de ejemplo para ver cómo difieren unos textos de otros). La torre donde vivía tenía dos ventanas, y ella mandó a unos albañiles abrir una tercera. Cuando su padre le preguntó por qué había dado tal orden, ella respondió que con esas tres ventanas quería honrar a la Santísima Trinidad. En esto Dióscoro montó en cólera y la amenazó con la espada, ella huyó, pero fue delatada por unos pastores y entregada al padre, y como éste no la pudiese hacer desistir de su fe, la entregó al gobernador local, un tal Marciano.

Éste recurrió a todo tipo de tormentos para castigar a la joven: fue azotada, quemada, desconyuntada en el potro, le echaron sal en las heridas, se las hurgaron y abrieron todavía más, le golpearon la cabeza con martillos, le arrancaron los pechos con tenazas. Ninguno de estos salvajismos venció la voluntad de Bárbara, y admirada por esto, una mujer que observaba su tormento, de nombre Juliana, confesó su fe y se unió a ella en el martirio. Ambas fueron nuevamente torturadas, paseadas desnudas por la ciudad a la vista del populacho entre pedradas e insultos, y finalmente decapitadas. Dióscoro en persona se encargó de matar a su hija, por lo que cayó un rayo del cielo que le fulminó al instante.

Éste es el relato, que, con más o menos detalles, ha llegado a nosotros. Pero, ¿hasta qué punto es creíble? Las contradicciones y divergencias, por desgracia, no pintan un panorama muy halagador. Por ejemplo, la fecha del martirio: algunos de esos textos dicen que murió en tiempos de Maximino el Tracio (235-238), otros, bajo Maximiamo (286-305) y otros bajo Maximiano Daia (308-313), coincidiendo, por tanto, con la fecha propuesta para el martirio de Santa Catalina. Pero parece que estos bailes de fechas y emperadores los motive que éstos tengan nombres tan parecidos o se hayan hecho malas traducciones.

Tampoco hay ningún consenso a la hora de establecer el lugar: unas versiones dicen que era de Antioquía, otras, de Nicomedia, y otras de Heliópolis. De hecho, el mismo nombre Bárbara, que no es más que un seudónimo, da a entender que ni siquiera era romana de origen (“barbara”, tanto en griego como latín, significa “extranjera”). Este apelativo, no sin cierto componente despectivo, ha llegado a nosotros como su auténtico nombre, cuando en realidad, desconocemos absolutamente cómo se llamaba.
Hasta ahora he hablado de las versiones griegas, pero si pasamos a los manuscritos en latín, las cosa se complica: éstos sitúan su martirio en la región italiana de Toscana (¡!), o incluso en Egipto, como se deduce de la cita del Martirologio de Adón: “En Turcia, el martirio de Santa Bárbara virgen bajo el emperador Maximiano.” Con lo cual podemos deducir, tristemente, que ante tanto baile de datos y fechas, no podemos concederle mucha credibilidad a esta multi-passio de mil versiones latinas y griegas.

Si acaso, la teoría del origen egipcio de la Santa parezca la más verosímil, ya que fue desde Egipto de donde vinieron sus reliquias, llevadas en el siglo VI por el emperador Justino a Constantinopla y posteriormente trasladadas por los venecianos a la iglesia de San Juan Evangelista de Torcello, al menos desde el año 1009.

Su culto experimentó gran difusión en Italia, siendo especialmente venerada en Toscana, Umbría, Lazio y Sabina. En el siglo VI ya tenía culto en Roma, pues Juan el diácono nos dice que San Gregorio Magno, cuando monje, acudía a rezar al Oratorio dedicado a ella, así como la existencia de otros oratorios similares, nos dice también el Liber Pontificalis respecto al siglo IX.

Se la invoca contra la muerte repentina, en alusión al padre fulminado por un rayo; de modo que la tradición acabó añadiendo que ella, antes de la muerte, prometió auxilio especial a quien la invocara en peligro de muerte sin confesión. Es por eso que aparece portando el Viático, primero en forma de cáliz, y a partir de la época barroca, en forma de custodia. Por este patronazgo de auxilio sacramental en peligro de muerte, fue escogida como una de los Catorce Santos Auxiliares de la tradición germana.

Empezó siendo representada junto a un pavo real, símbolo de inmortalidad, pero posteriormente se ha llegado a decir que eso se debe a que su padre la golpeaba con varas hechas de pluma de pavo entrelazadas, o que los flagelos, al impactar contra su cuerpo, se tornaban plumas de pavo y por tanto, la acariciaban sin herirla (¡!!). Es muy posteriormente, conforme la leyenda se va agrandando y añadiéndose más detalles, cuando empieza a representarse con la torre, recordando que fue prisionera, con sus tres ventanas en honor a la Santísima Trinidad.

Más detalles sobre su iconografía: el cañón. Ella es patrona de todas aquellas profesiones que manejan el fuego y la pólvora (de hecho, el polvorín de un barco recibía el nombre de “santabárbara”). Hay muchas teorías en torno a esto, pero lo más probable es que todo ello proceda del rayo que mató a su padre: estallido, luz, fuego, trueno. Y a partir de ahí, su patronazgo sobre artilleros, militares, bomberos, mineros; su advocación contra las tormentas, contra los incendios… que todos conocemos de sobra. Gracias a estos colectivos de profesionales, el culto a la Santa ha seguido muy vivo hasta hoy.

Si su passio y su culto e iconografía no están exentos de controversia, lo mismo ocurre con sus reliquias. Ya hemos dicho que en Torcello están sus reliquias procedentes de Constantinopla, y así lo atestiguan los documentos datados, a lo más antiguo, en 1009. Pero también la ciudad italiana de Rieti dice poseer el cuerpo de la Santa, y lo mismo sucede con la ciudad de Kiev, en Ucrania, ya en ámbito ortodoxo.

Los habitantes de Rieti sostienen que Bárbara habría padecido martirio en Scandriglia, ciudad próxima a ella, según reza una de los textos latinos; y lo mismo defienden los ortodoxos de Kiev, diciendo que el cuerpo les llegó directamente de Constantinopla, traído por el príncipe Miguel Izyaslavitch, quien lo dejó en la catedral de San Vladimir, donde aún se venera. En resumen, ¿quién tiene el auténtico cuerpo de la Santa? Torcello tiene todas las papeletas de ser la opción más verosímil, pero la polémica está servida.

En resumen: sobre la existencia histórica de Bárbara, mártir oriental, no cabe duda. Su culto y la certeza de su naturaleza de mártir están muy arraigados desde el siglo IV, por lo que podemos estar seguros de que existió y de que padeció martirio. Pero el relato (los relatos) que conocemos de ella, y de los cuales derivan su patronazgo e iconografía, son mucho más tardíos y son simples narraciones fabulosas sin credibilidad.

Debo concluir, finalmente, comentado que existe, además, otra Santa Bárbara, dicha de Cagliari, una mártir sarda que tiene veneración en algunas localidades de Cerdeña desde el hallazgo de su sepulcro. Aunque no comparten iconografía, es fácil confundirlas por su nombre y su representación con la palma del martirio y la garganta cortada.

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