Ataque, asesinato y funeral de San Gerardo
San Gerardo (23 de abril de 980 – 24 de septiembre de 1046) fue obispo de Csanád y murió martirizado. Fue canonizado en 1083, junto al rey Esteban I de Hungría y al príncipe Emérico, del que fue preceptor.
El obispo Gerardo (en húngaro: Gellért, en italiano: Cherardo Sagredo o Gerardo di Csanad) era de origen lombardo, quien por su influencia y carácter justo fue nombrado obispo de Csanád en 1030. Fue fiel consejero de San Esteban, buen administrador eclesiástico y mentor del hijo del rey húngaro, el príncipe San Emérico de Hungría. Se recuerda a Gerardo como persona sabia y bondadosa.
Tras la muerte de San Esteban, el caos producido por la ineficacia de su sucesor, Pedro Orseolo de Hungría, generó numerosas rebeliones paganas. La más significativa fue la Revuelta de Vata en 1046, durante la cual se asolaron aldeas y ciudades húngaras, se saquearon iglesias cristianas y se mataron a religiosos. Los caudillos tribales, descontentos con las estrictas leyes cristianas de San Esteban, y por la presencia de nobles y religiosos germánicos que recibían favores de Pedro Orseolo, arremetieron contra los clérigos y precisamente San Gerardo sería uno de los mártires en esta época.
Gerardo se opuso enérgicamente al gobierno de Pedro Orseolo, sobrino del difunto San Esteban, y con la esperanza de imponer orden nuevamente en el Reino de Hungría, él y otros obispos apoyaron a los nobles húngaros que deseaban el regreso al país de los hijos de Vazul, primo de San Esteban. Confiaba en que los jóvenes príncipes Andrés, Béla y Levente pudiesen tomar el poder y finalmente traer paz.
En 1046, cuando él y los obispos San Beszteréd, Bőd y Beneta viajaban en una caravana hacia la frontera húngara para recibir al príncipe Andrés, fueron atacados por paganos cuando atravesaban la montaña de Kelenföld, junto al asentamiento de Buda. El obispo fue lapidado, lanceado y herido de muerte, posteriormente arrojado en una carreta por el desfiladero de la montaña hacia el Danubio.
En 1083 el rey Ladislao I de Hungría consiguió que el Papa Gregorio VII santificase a los obispos: San Esteban, San Emérico de Hungría, San Gerardo Sagredo, San Andrés y San Benedicto. Parte de sus reliquias están en Hungría, otra parte en la Basílica Santa María la Mayor de la Isla de Murano en el Golfo de Venecia.
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